Blogia
KaTzE bLaU

inmigración y progreso...en ello estamos

Una niña marroquí intentando encajar las piezas de un puzzle social.
En su mirada se mezclan muchos caminos, el de sus padres, el de sus amigos, el de su profesora, el de la Navidad, el logotipo del Conde Inglés que queda indefinido para su mente, ella no es consciente de cuando está caminando por uno u otro sendero, incluso hay momentos en los que algunos se cruzan y ella no lo entiende, pero le busca una solución. No se complica, porque su mirada, en cierto modo pequeña, no le permite llegar más lejos, pero ella se conforma, porque ese es su universo y ella desconoce la existencia de otros, pero busca saber más de lo que conoce.
 
La mirada de esa niña busca de forma inconsciente los anhelos de sus raíces, porque son ellos los que conviven con ella y con sus costumbres y no ella la que conviven con sus raíces. Ella cree que el mundo es de una manera: “tu, yo y el de al lado, somos lo mismo, ¿por qué tengo yo que entender que otros me digan que somos diferentes?¿qué me diferencia de ti?” En su mundo en forma de caja pequeña no hay sitio para la religión, ni para las leyes, ni el dinero, ni la indiferencia…sólo cabe la esperanza de que algún día el Conde Inglés le mande una caja como a los demás, ¿por qué no?
 
No comprende cómo, por qué y quién puso todas las cosas que le rodean donde están, pero ella intenta encajarlas en un sitio, darles lugar para que sigan formando parte de todo lo que le rodea y no excluirlas, excluir algo que no comprende no está dentro de sus parámetros. Ella no mira, ella observa, desea tenerlo todo en sus manos para entenderlo, pero no encuentra más que incertidumbres y respuestas equívocas para los ojos de los demás, que en cierto modo la comprenden pero no quieren hacerle ver a ella que la entienden. Si se pararan a mirar con sus ojos y asumieran esa realidad, verían fantasiosas explicaciones a todas las causas de los deseos de una niña que no son más que alusiones a un mundo ideal, en el que no viven, pero desearían vivir.
El carisma de su inocente vista crítica abre los ojos de quien la contempla, pero es nuestra mirada ácida y costumbrista la que hace que esas pequeñas cosas que para ella son lo importante, para nosotros se convierta en algo habitual en lo que no clavamos nuestra lupa. Nos ciega la indiferencia de lo que pasa.
 
Este corto, El Conde Inglés, es como una gran pancarta de tolerancia y acercamiento colgada en el hueco de nuestra mente que se gira de vez en cuando a contemplar lo que no le incumbe, para avisarnos de que hoy son ellos, pero mañana podemos ser nosotros conviviendo en un entorno hostil a nuestras costumbres pero no reacio a admitirnos como uno más.
 
La niña es consciente de que ella es inmigrante, pero lucha enfrentándose a todos esos caminos a los que me refería antes para integrarse hasta el punto de que le importa poco las tradiciones de la tierra que le vio nacer, ¿por desconocimiento tal vez?¿por que no se lo han inculcado? Esto se ve en su actitud al ponerse el vestido de comunión de su amiga y que su madre le diga que eso no va con ella, que ella es diferente, actitud que no terminará de aceptar. Ella creció en Madrid y gusta de las costumbres sociales de las gentes que le rodean. A parte se aprecia el tremendo esfuerzo de los padres de integrarse plenamente y ser unos luchadores por su supervivencia y la de su hija, aunque sea abandonando mucho a favor de acomodarse lo mejor posible a la sociedad que les acoge.

0 comentarios